Tosca Llar Club


¿Qué pensará el francés Gilles Simon? ¿Qué ideas recorrerán su cabeza cuando ve que David Ferrer le ha ganado en semifinales de la Copa Davis y que se acerca a la red cojeando con una pata de palo? ¿Cómo se quedará el número 11 cuando ve que el alicantino se tiende inmediatamente sobre la arena para que le atienda el fisioterapeuta, víctima de un calambre en una pierna? Porque lo que le pasa a Simon es lo que le ha ocurrido a tantos otros: se ha topado contra un muro en movimiento, se ha chocado contra una rocosa muralla.
Ferrer aporta los valores originarios de la escuela española, amamantado y crecido en el sufrimiento de la tierra. Suma, además, una forma de entender su presencia en la selección que faltó en equipos anteriores, podridos por las envidias internas. Siendo el número cinco mundial, Ferrer es un tipo camaleónico. Igual acepta la pesada responsabilidad de un papel principal, como en cuartos ante Estados Unidos, que se conforma con uno relativamente secundario, como en semifinales ante Francia. Para Rafael Nadal, que le siente su igual, que admira su entrega y su afán de mejora, es mucho más que el perfecto escudero.
Ferrer mantiene una constante que le hace imprescindible para el equilibrio del grupo: no querer ser más que nadie, no sentirse menos que ninguno. Es el tenista que le da a España el justo punto de equilibrio. Es un singlista feroz que no teme a los focos ni a la presión. En un competidor de primera que no tiene aires de estrella.

España se cruzará con Argentina, un equipo agitado por las tensionesinternas, en la final de la Copa Davis. Para Ferrer es la oportunidad de cerrar un círculo. El alicantino se despidió de 2007 como número cuatro del mundo. Vive 2011 entre los cinco mejores. En medio, protagonizó una crisis profesional y personal que alcanzó su punto álgido en la final de Mar del Plata 2008. Argentina se enfrentó a España por La Ensaladera. El cruce coronó a Feliciano López y Fernando Verdasco.
El triunfo tapó un asunto: Ferrer, el mejor español por ránking de aquel grupo, cedió su partido inaugural, ante David Nalbandian, y no contó de cara a la disputa de los puntos del domingo. “Me ha pasado por encima”, resumió. “Me he sentido muy inferior. Es uno de los partidos en los que más he echado de menos el cuando jugaba bien. Cuando intentaba algo, no tenía fe para conseguirlo. Me he sentido mal. No he estado a la altura. Me duele como persona y como tenista, el querer, el intentar, y que las piernas no me vayan igual, que mi bola no me corra igual, que ya no haga el mismo daño que hacía antes”. No queda nada de aquel hombre. Primero estuvo su remontada ante el checo Stepanek, que le dominaba por dos sets a cero, en la final de Barcelona 2009, un encuentro memorable. Ahora, la posibilidad de cicatrizar la herida de 2008 ante el mismo rival y en el mismo escenario.
Solo hay que preguntarle a Simon por lo que trae Ferrer a la pista. Es un muro. Uno que solo defiende. Uno que es quien es solo por sus pulmones... ¿no? “No”, se despidió Simon el número once mundial, “es un excelente tenista que lo hace todo bien”.

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